miércoles, 22 de octubre de 2008

No tengas miedo

Ella estaba allí, tan sensual, acompañada de tantas otras, pero luciendo más que ninguna pues era la más bella entre las bellas…



Andaba deprisa hacia ella para verla de cerca, pero mientras me acercaba, mis pasos iban siendo más cortos y lentos. La miraba fijamente, recorriendo todas sus curvas, todo ese brillo que desprendía, anonadado y boquiabierto de que lo que estaba viendo no era real. Pensé que era un espejismo lo que veía, y no me atrevía a tocarlo por miedo a romper el encanto…

Pero ella me hablaba. Sólo me hablaba a mi. Nadie más entre la multitud podía escuchar lo que me decía.

-“ Hace tiempo que te espero. No, no me tengas miedo, solo respétame, y seremos buenos amigos…” me dijo...

Tardé un buen rato en articular palabra alguna, en responderle. Como la timidez de ése amor estudiantil que le deja a uno huella de por vida, volvió a hacerse realidad algunas décadas después.

Pero ella es una experta en romper el hielo. Sutilmente insinuó que la tocase tímidamente, que la acariciase… Me recreaba en cada rincón suyo, y cada curva suya era una curva eterna sin fin, que no deseaba que jamás terminase. Deseaba que el tiempo se parase infinitamente en ésos instantes… Mi corazón palpitaba. Sentía que ella se estaba entregando sólo para mi. Su fría piel se iba calentando a cada centímetro que se fusionaba con la mia. Empezábamos a ser un solo cuerpo, un solo “ yo “…

- “ Has estado mucho tiempo sola, y yo te cuidaré como nadie jamás lo hará “, le susurré.


No recuerdo cuanto tiempo pasó. Si fueron minutos, horas, dias…Ése encuentro bastó para cambiar mi vida y el rumbo de la misma.


No me la podía quitar de la cabeza. Mañana, tarde, noche… Siempre estaba allí, en mi mente, y sintiéndola que estaba a mi lado, que me hablaba… Viera lo que viera por las callles, la estaba viendo, y una sonrisa sempiterna en mi rostro acompañaba la añoranza.
La necesitaba, tenía que verla de nuevo. Por motivos contra los que yo no podía luchar, debería estar unos dias alejado de ella. Una larga espera, como la peor de las torturas, esperando acariciarla de nuevo, y hacerla cómplice de todos mis secretos.

Llegó el dia en que pude hacerla mia para siempre. Era un atardecer lluvioso de otoño. Estuvimos juntos hasta el amanecer, recorriendo oscuras calles, grandes avenidas, contemplando la ciudad desde las colinas, respirando la fria y agradable brisa marina con olor a sal… No hacía falta hablar. Nos entendíamos con la mirada. Nos lo decíamos todo sin necesidad de palabras.
Ella sigue estando allí, luciendo entre las más bellas, pero ahora es mia y yo soy suyo.


Somos un mismo cuerpo, un mismo cerebro, un mismo lenguaje común. Los dos sentimos la misma libertad cuando estamos juntos, sentimos el mismo aire frío, el mismo olor…Ella sabe que me hace sentir libre cuando estoy con ella, que me hace ser diferente al resto de muchos mortales. Sólo ella me comprende cuando no quiero ser un común mortal. Ella ha conseguido lo que ninguna otra ha sido capaz de conseguir.


Pero sólo hay algo que ella no deja de repetirme:


- “ Jamás me tengas miedo. Sólo respétame, y seremos buenos amigos…”

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