miércoles, 22 de octubre de 2008

3 euros y 2 litros de gasofa (incluye vídeo)



Si es que divertirse por 3 euros y dos litros de gasofa no tiene precio...


La noche anterior prometía, pero al final, todo el gozo en un pozo. A las once de la noche ya estaba degustando el placer de sentir que el sueño te vence. El despertador no existía, dejándome llevar hasta que los primeros rayos del sol turbasen mi paz onírica.

Pero me adelanté al Astro Rey. Eran ya las siete de la mañana. Después de unos reponedores desperezos, sabiendo que me quedaba todo el dia por delante, sentía los rugidos de mi pequeña que también se estaba desperezando, esperando que montase sobre ella y la llevara a desafiar el hielo de las carreteras que poco va llegando en ésta época del año.

Le hice caso. Armado de mi siempre fiel, destrozada y arapienta chupa, cumplí sus deseos. Destino: un castillo. Cuál ? Hace tiempo que me quedé con las ganas de visitar Gelida, así que para allá me dirigí con mi compañera de aventuras.

Llego a las diez de la mañana. Unas anchas y largas escaleras, rodeadas por un pasillo de frondosos árboles me señalan que mi pequeña debe descansar, y mis piernas las que les toca trabajar.

Escalera tras escalera, la historia empezaba a hablarme... Cuantas hermosas doncellas, reyes tiranos, comerciantes, sonidos de herraduras habían subido y bajado por donde yo lo estaba haciendo ahora...

Veo una puerta con un cartel: horario de visitas a partir de las 10:30. Alzo mi mirada sobre los metros de colina y escaleras que quedaban. Enciendo un cigarro y continúo mi ascenso. Pocos vestigios quedan del castillo, pero suficientes para demostrar que tales muros jamás se han amedrentado a la atrocidad destructora del hombre.

Al final de la colina, donde el castillo acaba, llego a una gran explanada, rodeada sólo de dos muros. Intuí que en el pasado pudo haber sido un patio de armas o similar, donde valientes y tenaces guerreros se entrenaban sobre como arreglar sus disputas sin mediar palabra.

Ya había llegado al final de mi autónoma visita. Encendí otro cigarro mientras observaba la sólida y consistente argamasa, que ahora equivaldría al conocido cemento y que no aguanta ni el soplido de un hipopótamo.

Voy descendiendo, mientras en dirección contraria a mi sube una chica. Pensé que quizás ella sabría algo de la visita guiada. Así que le pregunté. Me afirmó que ella era la guia. Creí que no sería posible una visita, al ser yo el único perdido a esas horas de un domingo subiendo y bajando sobre ruinas. Una gran alegría me llevé cuando me dijo que no había inconveniente, que aunque fuera yo solo, tenía su derecho y obligación en ofrecerme la visita.

Las primeras notas constructivas fueron apasionantes. El castillo, del siglo X, había servido como fortaleza entre las fronteras de lo que es ahora la comarca del Penedés, y que había servido para defensa contra los invasores árabes.

Entramos a un pequeño museo, en el que se podían contemplar herrajes y adornos de caballos, utensilios de cocina, y una maqueta a escala del castillo.

Salimos al exterior, y volvemos por el mismo camino que había hecho minutos antes. Amenizado el paseo por la simpatía y elocuencia de la guia (Laura), me señala una puerta con el escudo de armas de un tal Berenguer Bertran. El susodicho individuo resultó ser un señor enormemente rico, de la Baronia de Gelida, que compró el castillo allá por el Siglo XIV, obligando al pueblo a colaborar en su reconstrucción gratuitamente, sin pagar por sus trabajos a los obreros. Parece ser que hubo un pleito importantísimo en la comarca por tal explotación, dando la Justicia la razón al pueblo.

Pasamos por delante de lo que era el antiguo cementerio, el que se distinguen aún las formas de las tumbas antropomorfas (siluetas con forma humama esculpidas en la piedra donde depositaban los cadáveres.

Laura se dirige a una puerta, que abre con llaves de forja como antaño, como si la cerradura se hubiera resistido a ser cambiada por cerraduras de Vanguardia. Entramos y me avisa de que agache la cabeza (antes eran muy bajitos, por lo que parece ser), y damos paso a la capilla. Una pequeña pero acogedora estancia, iluminada con candelabros en las que las velas son sustituídas por la incandescencia de las bombillas. En la capilla yacían los restos del tal Berenguer Bertran, en un diminuto sarcófago. Le pregunté porque eran tan pequeños los sarcófagos, y la respuesta es que los restos mortales, una vez quedaban los huesos, los depositaban en éstos cofres. Intuyo que eran unos fanáticos en aprovechar el espacio.

En el sarcófago rezaba una placa en catalán antiguo con ésta inscripción:

" ASI JAUEN LOS MOLTS HONRATS AN B.G.N. E AN CHOLAU BERTRAND FILL SEU, LES ANIMAS DELS QUALS SIAN AN GLORIA "

(algo así como: " AQUI YACEN LOS MUY HONRADOS BERENGUER Y SU HIJO CHOLAU BERTRAND, LAS ALMAS DE LOS CUALES ESTÉN EN GLORIA ")

Queda poco ya para finalizar la estupenda visita. La guinda la pone la subida al campanario, por unas escaleras no aptas para para los que padecen vértigo. Una inmensa campana domina las vistas al valle de la Comarca, en la que se divisa la autopista AP-7 (antigua Via Augusta Romana).

Un último cigarro, contemplando desde el campanario ésa Via Augusta que había servido de comunicación a las Legiones de Roma, junto a las toneladas de hierro que puntualmente sonaban cada hora. Siempre atento a las estupendas y fabulosas historias del castillo que Laura me contaba con entusiasmo.

Llegó la hora de partir. Volví sobre mi pequeña, que fiel permanecía esperándome junto al muro que daba paso a la escalinata. Satisfecho la arrié por las mismas curvas por las que llegué, golpeando en mi tez los aromas del bosque que atravesaba, mientras me decía a mi mi mismo que divertirse por 3 euros y dos litros de gasofa no tiene precio...



www.Tu.tv

3 comentarios:

  1. Enhorabuena compañero.
    ¿Me prestas 3 euros?...

    Un abrazo!. Tete

    ResponderEliminar
  2. Buen relato amigo.

    saludos!! pymo

    ResponderEliminar
  3. Es precioso el relato, pero a mí me dice muchas cosas de su autor, sensibilidad, ganas de vivir y disfrutar intensamente de la vida... y este es el verdadero sentido de nuestras vidas.

    Imilsis

    ResponderEliminar